El Valle de los Caídos: El último monstruo de concreto de la España más rancia
POR: SANTIAGO CÓRDOBA WOLF Basado en la investigación arqueológica El último monumento fascista de Europa de Alfredo González Ruibal. Aquella cruz gigante que, de forma poco sutil, emerge en medio de las montañas y queda indiscutiblemente a la vista de todos los que circulan por la M-505 es el recordatorio constante de que Franco nunca se ha ido del todo de España. Me refiero a :El Valle de los Caídos. Irónicamente, en el 50 aniversario de su fallecimiento, parece que don Bahamonde está más presente que nunca en la cotidianidad española. Se le ve alegremente deambulando por las instituciones políticas, dentro de los cuerpos de seguridad del Estado, en discursos reaccionarios, en manifestaciones y hasta dentro del café. Dicen que si repites su nombre 18 veces frente al espejo, aparece junto a ti con su voz de pito, aquellas gafas horrendas y su trajecito beige, perfectamente planchado. La dictadura franquista, lavada todos los días con jabones dermatológicos y descaradamente tachada de «dictablanda», me recuerda constantemente que el dictador nunca se fue realmente y que esa pregunta tan sagaz de “¿Qué es España?” está más presente hoy, en 2025, que quizás hace algunos ayeres. Porque, como ley de vida, “dale tiempo al tiempo y hará de las suyas”. Entre los más grandes hits de Franco, la Falange, la Iglesia y todos los diversos cómplices de la sublevación, contamos con: un golpe de Estado, fusilamientos, bombardeos, cooperación con Adolfo y Benito, campos de concentración, violencia sexual y mi favorito personal, el que considero su top track: el robo de bebés. Cabe recalcar y recordar que todo esto ocurrió dentro del marco del conflicto bélico, pero no fue lo único, por si algún perdido quiere sacarme la carta de “La guerra” o la de “España se caía”. Vale, no. No lo compro. No acepto el trato. Porque, una vez que el poco agraciado bajo las cámaras de Franco se hizo con el poder, la cosa no fue a mejor. Es más, fue una especie de “sube el volumen que este es un temazo y lo quiero bailar”. Exilios forzosos, hambre y miseria, la Brigada Político-Social, prisiones masificadas, trabajos mandatarios, represión estudiantil, terrorismo de Estado, pena de muerte, represión a las lenguas regionales, aislamiento internacional y mucho, pero mucho más. No obstante, como si no fuera suficiente, cuando por fin se fue de la faz de la Tierra, dormido plácidamente como el niño berrinchudo que siempre fue, no pudo evitar seguir haciendo de las suyas, incluso desde el más allá. Sin entrar en más temas que no conciernen al presente, solo diré que su último golpe de gracia fue la amnistía del ‘77 para todos sus matones y la legitimación de una monarquía que NADIE quería. No sorprende, entonces, que don Felpudo VI, desde su palacete en la Zarzuela, se niegue a hablar en el aniversario de la muerte de Franco. Lógico. Él lo puso ahí, y uno no muerde la mano que le da de comer. Ahora bien, aquí estoy yo, en mi calidad de migrante y sangre de aquella marea de exiliados a México, preguntándome casi a diario, desde que llegué a Cataluña: ¿Cómo puede ser? O mejor aún: Espera, para, que no entiendo. O simplemente un ¿¡Qué?!, que aunque monosílabo, guarda muchas más preguntas detrás. ¿Cómo puede ser que este señor no esté cancelado y que su simple nombre sea más peligroso que el de Voldemort? Espera, para… que no entiendo por qué en El Rastro hay una tienda entera de memorabilia fascista con su cara y el Cara al sol impreso en camisetas. ¡¿QUÉ?!…Ya me entienden. Pero por encima de la rojigualda pulcra en cada esquina, del águila imperial que aparece y desaparece constantemente, de los fascistas de Vox, del PP en esteroides y de todo el vómito ideológico —digno tanto de un adoctrinamiento ultra como de provocar un suicidio— que uno encuentra en redes sociales y en los medios afines al bipartidismo, hay algo que, por lo menos a mí, me vuela la cabeza. Y sí, si leyeron el título y el primer párrafo, ya sabrán de qué estoy hablando: El Valle de los Caídos. Aquel mutante gigante necropolítico de concreto. Su construcción comenzó el 1 de abril de 1940, celebrando el aniversario del fin de la Guerra Civil. Se suponía que sería un mausoleo[1] en conmemoración a los caídos por “la gloria de España y Dios”, o sea, que solo rendiría homenaje a los muertos del bando nacional. A los rojos de mierda, ni mencionarlos. Como todos las obras totalitarios de los años 1920-1940, el Valle de los Caídos buscaba esa teatralidad que tanto le gusta a los fachas. Esa monumentalidad[2], esa imagen sublime del régimen, del imperio, que seduzca a las masas y les recuerde la grandeza de España. ¡Arriba España! Pero, había un pequeño problema ¿Quién iba ha construir tremendo homenaje ha la masculindad fragil? Sí no mal recuerdo la España imperial super poderosa heredera de los conquistadores e hija de dios padre todo poderoso estaba en bancarrota total[3], y como optaron por encarcelar ha cualquier hijo de vecino que se viera sospechoso pues las carceles estaban ha reventar. Pero ahí es donde entra el tremendo genio de Don Francisco. Porque donde tú y yo vemos problemas, el Señorito Bahamonde veía soluciónes. Monumento imperial, muchos presos, falta de dinero… ¡Pues ya está! Que lo construyan los presos. —Pero, Don Caudillo de Dios, ¿no se verá débil el régimen con esta movida?—Tienes razón, Carrero, maldita sea… Piensa, Francisco, piensa…—¡Pues ya está, Carrero! Lo tengo. Decimos que es para limpiar sus pecados. ¿Quieren vivir? A confesarse. ¿Cómo? Pariendo mi hijo.—¡Brillante, Generalísimo! Béseme, por favor.—¿Qué?—¿Qué?… Y así fue. La medida ideológica[4] cumplió el capricho de Fran, utilizando el cuento de la evangelización, como lo hiciera antes Cortés, Pizarro y como ahora lo hacía Bahamonde. Sin embargo, no tenían un duro, muy pocos albañiles[5] (la gran mayoría eran maestros, presos políticos, escritores, burgueses) y, además, construir en medio de una montaña resultó más complicado de lo esperado ¡Vaya! ¿Quién
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