¿Por qué estamos tan solos ?

SANTIAGO CÓRDOBA WOLF

FOTO: @SAN_WOLFF

Creamos a la sociedad para sentirnos acompañados, luego creamos un sistema en como régimen el que solo existe el individuo.

Con la instauración del sistema capitalista económico mundial a finales de los años cuarenta, la oferta comenzó a cubrir una demanda necesaria; sin embargo, cuando dicha demanda fue cubierta, el sistema no podía parar, no funciona así. La rueda tenía que seguir girando. Es entonces cuando el discurso cambió y la demanda evolucionó de necesitamos a necesito.

Porque la única manera de sobrevivir al capitalismo es el individualismo, dicha mentira fue sembrada en nosotros desde que vimos la luz del día: “soy especial”, “necesito esto”, “me merezco”, “me lo gane”, “me tengo que consentir” y demás patrañas que hemos escuchado y dicho desde que tenemos memoria.

Durante décadas estos dos modelos de vida fueron poco cuestionados o dudados, es hasta hace razonablemente poco que podemos observar sus verdaderos colores y sus consecuencias. La ya no tan reciente presencia de redes sociales en nuestra cotidianeidad nos ha hecho percatarnos de que fuimos conejillos de indias en un experimento del cual nunca dimos nuestro consentimiento, pero aceptamos de igual manera.

Fuimos secuestrados por un sistema basado en nuestra propia monetización. Entregamos sin resistencia alguna nuestro tiempo, atención y estabilidad mental a algo de lo cual no conocíamos los riesgos y ¿Para qué? ¿Por qué? Para convertirnos en una sociedad en donde perma el exceso de positividad, el individualismo y la constante aprobación ajena.

Ya lo dijo Byung Chul Han en la Sociedad del Cansancio. A través de las redes sociales nos idealizamos a nosotros mismos, canonizamos gente común, y esto nos obliga a querer construir un “Yo ideal”, porque el ser simplemente “Yo” ya no es suficiente, mi “Yo real” ya no tiene cabida en este mundo turboglobalizado, quiero ser un ente perfecto, alguien al que el mundo admire y alabe todo el tiempo y a todas horas.

Nuestro mundo perfecto nos ha educado a través de una pantalla de 14cm nuestro feed de Instagram es la única deidad que queda en un mundo sin dios. Ya no hay objeto, no hay fin; yo ente individualista soy principio y fin, soy todo y nada. Se borra la línea entre lo nuevo y lo desconocido; a falta de dios, yo soy Dios. En otras palabras si miras fijamente al abismo, el abismo te devolverá la mirada.

Las luchas entre grupos se han remplazado por una lucha individual ; competir con uno mismo hasta no poder más. La que alguna fue explotación externa, se ha convertido en una autoexplotación absoluta, diaria y sin descanso y ¿Para qué? Para exponernos, vendernos, alabarnos y aprobarnos. Somos mercancía diaria en redes sociales, el producto ya no es un objeto, lo somos nosotros.

“Elimina el sufrimiento de tu sociedad y no necesitarán un dios al cual buscar o alabar», es lo que nos dice Un Mundo Feliz de Aldous Huxley, “Dios no existe,no es compatible con las máquinas”.

En el mismo texto, el personaje de Mustafa Mond, le dice lo siguiente a El Salvaje: “La gente ahora nunca está sola, la inducimos a odiar la soledad; disponemos sus vidas de modo que resulte imposible estar solos alguna vez”. Huxley creó un mundo distópico muy similar a nuestro presente. Un mundo en el que no existe un dios, el consumo es ley, la soledad es maligna, la sociedad es individualista y en donde pensar o ser diferente es enterrado con fármacos.

Al salir de nuestra red de nuestra red de hiperconectividad hacia el terreno físico, real en el que seguimos deambulando, dejamos de ser el personaje principal de una película que nunca existió para encontrarnos con una fuerte muralla de realidad. Una realidad a la cual no le interesa nuestros seguidores, la ropa que vestimos, nuestras redes sociales, la cantidad de personas que conocemos o con las que hablamos, una realidad ávida de honestidad, conexión y comunidad, tareas que al día de hoy fallamos masivamente en completar por el nivel de egolatría en el que estamos inmersos; sin embargo, nadie nos advirtió que sería así de difícil, porque realmente y de manera prácticamente inconsciente lo que buscamos es aprobación, no conexión.

Cuando dicha conexión no aparece por ningún lado, caemos nuevamente en la trampa más vieja del capitalismo. Buscamos llenar ese agujero de conexión y fraternidad con objetos banales que no necesitamos, simplemente para conseguir un poco de seratonina, la cual como llega, se va, para a la post ser remplazada con algún otro objeto material nada necesario.

¿Hay una solución a este ciclo vicioso? No lo se´, soy el menos indicado para responder ese cuestionamiento tan grande. Hemos cavado muy profundo y durante muchos amaneceres y atardeceres. Nos hemos convertido en Narciso. Todo el día, todos los días amandonos, admirandonos en nuestros estanques de agua espejo privadas; eternamente enamorados de nosotros mismos.

A falta de respuesta, lo que sí puedo aportar es enfoques. Ya lo decía el líder revolucionario puertorriqueño Pedro Albizu, «Cuando la tiranía es ley, la revolución es orden».

De igual manera décadas atrás, Albert Camus escribía sobre un mundo que lo único que busca y lo único importa es el culto eterno al individuo como ente aislado de la sociedad. Y mientras no evolucionemos en conjunto como sociedad unida, como una masa anónima hacia un mismo fin en común la esperanza de un mundo justo, libre y honesto debe seguir siendo una utopía. Solo podemos rebelarnos y oponer resistencia a ciertos aspectos relativos de nuestra vida, lo cual solamente nos brindará victorias momentáneas y sonrisas pasajeras.

Sin embargo, mientras el pensamiento ególatra e individualista exista, la revolución se tiene que seguir haciendo y creando todos los días. Todos somos Sísifo. Subimos la piedra a lo alto de la montaña todos los días. Llorando, gritando y agonizando, para segundos más tarde verla rodar de vuelta al principio. Pero así como Sísifo encontró gozo en su castigo y en su soledad, lo propio tenemos que hacer nosotros. La única escapatoria ante el estar solos y a la soledad misma, es comprender que está bien estar solos, y en este presente, eso es, y seguirá siendo el acto más, revolucionario y honesto que exista.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *